Día 30 - Era mi cumpleaños

Cerveza y lasagna, la humildad del ascenso. Aprendé, Gendler.

El festejo empezó en una sucursal de Frango Assado, en algún lugar de la ruta entre Sao Paulo y Ubatuba; familia y amigos intentando cantar "Parabens pra vocé" pero transando en un "Que los cumplas feliz" mas rioplatense y acorde al momento de euforia vivido unas horas antes.

Ni bien subimos a la camioneta para seguir nuestro viaje (de noche, lloviendo y con niebla, hermoso para bajar la ruta Serra do Mar) empezamos a decir todas las cosas que haríamos el miércoles para festejar el cumpleaños: cervezas, vino, almuerzos opíparos, cenas Gendlerianas, falopa, putas, travecos, noche, etc.

Despertamos y nuestro primer día libre de fútbol nos recibió igual que el resto de la semana: lluvia y mas lluvia. La euforia de la noche le había dado paso al aburrimiento que ofrece un balneario sin sol, así que después del desayuno nos pedimos las primeras cervezas y nos quedamos mirando como El Rey del Twitter le ponía el moño a su crónica.

Pedimos algunas cervezas mas mientras terminaba Mais Vocé (?) y salimos a buscar un almorzadero de trabajador (?) para comer sin que nos rompan mucho el orto.Comimos mas lento de lo habitual para pasar  un rato largo bajo techo y con la ropa seca salimos a dar una vuelta en la camioneta, locura y descontrol en Ubatuba. A todo esto Nato no resistió tanto rock y volvió caminando al hotel, poca gente se banca el cumpleaños de un uruguayo. Fuimos hasta Praia Lázaro y a la vuelta paramos en Praia Grande para una sesión de fotos (?), siempre bajo lluvia, siempre con cara de "que lunes de mierda".

La prueba de la vejación.

A eso de las cuatro de la tarde no sabíamos que poronga hacer, así que tomamos la peor decisión de nuestras vidas: pagamos 20 reales para entrar al Acuario de Ubatuba. Diez dólares por un paseo de quince minutos, "Si yo fuera Sergio Gendler, viviría como él..." cantabamos a coro mientras tropezábamos con niños, mirábamos tiburones y algún otro pez con cara de malo. Un parlante mal regulado nos aturdió con la siguiente noticia: ES LA HORA DE DARLE DE COMER A LOS PINGÜINOS. El tráfico de niños creció en cantidad y velocidad, uno de ellos rebotó contra mi rodilla y quedó llorando. Gol mío, gracias barba por regalarme esta oportunidad.

Lo mas gracioso de todo era que te cobraban UN REAL por darle un pescado a los pingüinos, como dijo Iorio "deja de robar, gánate tu pan".

Fuimos a la única librería en la zona de balneario, merendamos ahí, compramos algún libro y por supuesto Lance para seguir consumiendo el morbo del 7-1. Al llegar al hotel me di cuenta que había dejado una bolsa con latas de cerveza en el supermercado, la maldición del niño golpeado empataba el partido.

Golpe a golpe el clima de Ubatuba nos iba poniendo KO pero nos quedaba una mano salvadora: perdido por perdido salimos a buscar la noche y encontramos un bar abierto, Blues on the Rock. Llegamos cuando terminaba el primer set de una banda llamada Ramam (el cantante es bastante parecido al Kun Agüero), pedimos unas cervezas, papas fritas y esperamos la segunda entrada.

Cinetiquetar es todo rock

Estaban festejando sus once años de vida, así que disfrutamos de un gran show de covers, hicimos pogo, festejamos la aparición de El Fantasma de La Gorda, nos reímos de La Novia de Zubeldía, cantamos un estribillo micrófono en mano y recibimos un disco de regalo ¿Como cerramos la noche? Haciendo pogo con "It's my life" de Bon Jovi; total, era mi cumpleaños.