Día 13 – Puerto Alegre

Nuestro decimotercer día en suelo brasileño –el séptimo en territorio gaúcho- nos despertó como todos los anteriores: bajas temperaturas, una amenaza de lluvia que no tardó demasiado en transformarse en realidad y resaca un spot televisivo de la RBS –la filial local de Globo- que no podemos ni queremos dejar de tararear.

Después de mirar Holanda – Chile en la comodidad del centro de medios que improvisamos en nuestro búnker, y de cumplir con algunas notas telefónicas (porque sí, también vinimos a trabajar un poco) decidimos que teníamos que repetir la experiencia de la semana pasada y ver el partido de Brasil –ese que podía meterlos de cabeza en los octavos de final, pero también que con una serie de resultados, bastante improbables, por cierto, podía dejarlos fuera de la Copa en la primera ronda- en la Cidade Baixa, la zona más bohemia de Porto Alegre.

Tras el encuentro con Leonardo, nuestro principal guía en estas tierras, salimos a buscar un buen lugar para ver el partido. Encontrar un techo en esta ciudad no es una tarea tan sencilla. Ya en la calle, nos topamos con los primeros obstáculos: la lluvia y la consecuente falta de espacio en los bares, producto de la necesidad de los gaúchos de resguardarse del agua. Así y todo, llegamos a tiempo para ver el inicio del match en uno de los bares más oscuros de Porto Alegre.

Agradece al barba

Entre cervezas y batatas fritas king size (como nuestras panzas después de dos semanas acá), vimos cómo Neymar se cargaba el equipo al hombro y comandaba la clasificación brasileña a octavos de final, pese al suspenso momentáneo que puso el empate transitorio de la cameruneses.

Ya promediando la segunda etapa, mientras se perfilaba la goleada de la canarinha y cuando la lluvia por fin había aflojado, salimos a copar las calles salvajes otra vez para preguntarles a los brasileños qué se siente tener en casa a su papá cuáles eran sus impresiones de cara al duelo contra Chile.

Algunos prefirieron verlo en la casa...o en el taller.

A diferencia del partido contra México, no había tanta gente en la rua Lima e Silva. Lo que sí abundaban eran nuestros compatriotas y la presencia policial. Desde que en diciembre pasado se supo que la Argentina cerraría su participación en la primera fase contra Nigeria en el estadio Beira-Rio, los ratis putos policías gaúchos se están preparando para reprimirnos recibirnos. Se estima que unos 100 mil de los nuestros ya están en Porto Alegre o llegarán entre hoy y mañana. Apenas 18 mil tienen (tenemos) tickets. El resto –los que entren- tendrán que verlo en el Fan Fest, ubicado en el Anfiteatro Pôr do Sol, a unas 15 cuadras del Beira-Rio, donde pueden ingresar poco más de 16 mil personas y se agregará una pantalla gigante extra.

Como para que se den una idea, para este miércoles se decretó feriado administrativo debido a la “invasión argentina”. La Brigada Militar ya avisó que habrá tres barreras de contención policial para impedir incidentes y se anunció que la policía estará en las tribunas –además de los clásicos stewards, esos muñecos de chalecos flúor- controlando a los hinchas en el estadio, algo que ya se vio el domingo pasado cuando los argelinos desplegaron una bandera que pasearon de acá para allá, escapando de la seguridad.

El postpartido, que se extendió casi hasta la medianoche, nos regaló uno de las mejores noches en Porto Alegre. Incluyó cerveza en cantidades industriales, pizzas, múltiples canciones de cancha freestyle, la aparición de los coreanos que conocimos el sábado pasado (¡en un momento uno se levantó y se tomó un taxi con rumbo desconocido!), selfies con la Pantera –la figura del Mundial-, un artista callejero (?) que cantaba canciones pop a pedido del público (hasta hizo una de Shakira), y el cierre estelar con la irrupción del loco de la sunga, un personaje que desde hace años sale a correr en cueros, apenas tapado por una sunga diminuta. Un hijo de puta.

Llevamos una semana en la ciudad más argentina de Brasil, todavía falta lo mejor, y no nos queremos ir. Que no se corte.