Lo patético y lastimoso del asunto es cuando alguien ofrece, a cara
de piedra, brindar labores o servicios de los que no está plenamente
convencido. Y más aún, cuando se anima a redoblar la apuesta cuando ya
todo está perdido.
En el afán por recibir el privilegio de ser el primer país organizador de la Copa del Mundo FIFA en suelo asiático, promediando la década de los noventa, Japón se animó a prometerle al mundo un novedoso sistema de realidad virtual que, en teoría, iba a ser un antes y un después en la manera de presenciar los espectáculos deportivos.
Además de asegurar una catarata de dólares y de poseer una liga en
crecimiento, el viejecito afirmaba que los nipones iban a sorprender al
planeta con un innovador adelanto tecnológico. Pero mejor que hable el
crack del waterpolo: “Si Japón hace el Mundial va a ser algo espectacular. Tiene nueve
estadios aprobados por la FIFA. La Final, por ejemplo, se puede
realizar en Yokohama. Nos quedarían ocho estadios para 80.000 personas.
En cada uno de ellos van a poner pantallas de 100 por 32 metros, por que
se va a filmar en tercera dimensión, permitiéndose ver el partido como
si se estuviese en la cancha. O sea que dentro del estadio habría en
realidad 800.000 personas… Esto, Argentina no lo puede hacer. Tampoco
Brasil ni nadie en Europa…”.
¿Se entendió, no? De movida, sonaba raro. Y aunque alguno se ilusionó
con el proyecto y en esa época se imaginaba a los japoneses como gente
que vive trabajando, comiendo arroz y haciendo artefactos electrónicos,
el tema parecía, cuanto menos, improbable. Más aún, en un tiempo donde
apenas había Internet, nadie tenía una webcam y faltaban más de 15 años
para que aparezca James Cameron con Avatar y el 3D.
Así y todo, los dirigentes japoneses se vieron obligados a seguir el tocuén
hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo, con objetivos
promocionales, durante el Preolímpico de Mar del Plata ´96 apareció por La Feliz una comitiva encabezada por el fundador de la Japan League, Saburo Kawaguchi, quienes, además de hacer descender la población de perros de toda la zona Puerto, insistieron con el temita de las pantallas.
El affaire de la realidad virtual en el fútbol llegó a su mayor grotesco en mayo de 1996 ¿Qué pasó? Los dirigentes con voto de Europa, África y Asia se le dieron vuelta a Havelange y le dieron su apoyo a Corea, que en ese momento ya veía al Mundial de 2002 como una causa completamente perdida.
Desesperados por no perder lo que en su momento habían conseguido, los japoneses prometieron llevar a bajo costo su realidad virtual a todos los confines del globo.
O sea que desde la cancha de Platense, la Tacita de Plata de Jujuy o La
Cantera de Aldosivi se iba a poder ver el tiro libre de Svensson como
si se estuviese in situ ¡Y todo a las tres de la mañana! Además desde el
Luna Park podríamos ver NBA, desde el Buenos Aires Lawn Tenis ver
Roland Garros y bla, bla, bla…
Finalmente y como última medida para evitar una votación que lo pupisera de rodillas, el propio Havelange propuso un Mundial compartido entre Japón y Corea para, en silencio, ceder algo del poder que terminaría entregando dos años después.
Los coreanos festejaron una victoria impensada y los japoneses un
empate sobre la hora, para luego guardar en algunos diskettes de la
Federación el proyecto más delirante y baldosero que dio alguna Copa del
Mundo en toda la historia…
Ciriaco










De cual habran fumado?
ResponderEliminarlo vi de purrete en un video que presento en el programa de quique wolf los domingos por telefe. pasaron los años y lo termine viendo a john sebastian veron pecheando
ResponderEliminarQuizá para ir a es mundial, Mendes promocionaba sus naves espaciales...
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=H1DTY2XMbzE