Día 28 - Los tapó el agua

Nos vamos a acordar toda la vida. ¿En qué lugar estábamos el día que Brasil, de local, se comió 7 goles con Alemania? La respuesta es contundente, aunque no seca: Ubatuba, un localidad balnearia del estado de San Pablo, mejor conocida como Ubachuva (chuva = lluvia), porque acá llueve y llueve todo el año.

¿Por qué elegimos esta húmeda ciudad para pasar nuestra última semana? Porque está relativamente cerca de San Pablo y Río de Janeiro, sedes de la segunda semifinal y la final, respectivamente. ¿Por qué no estamos arrepentidos de haber venido? Porque acá conocimos la lluvia de verdad. Pero no la que cae del cielo, sino la otra. La que cae de los ojos de los brasileros.

 No regaló ninguna, porque la gente se fue antes del descuento

Luego de dar unas vueltas por la costa, contemplando esos paisajes típicos de esta zona que combinan el mar, la niebla y los morros, dos de nosotros decidimos buscar un buen bar para ver el partido. Así fue como pasamos por uno que prometía una caipirinha por cada gol de Brasil (sí, las ideas marketineras también llueven en Ubatuba). Finalmente, nos sentamos en una cervecería llamada Sullivan, donde algunos locales habían empezado a ubicarse, pese a que faltaba una hora para el arranque del partido.

 

 Comentá el récord de Klose, Gordo, dale.

Todo lo que había en la carta de cervezas importadas era caro para nosotros, pero decidimos activar el modo Sergio Gendler y romper con la austeridad y pasar los gastos al resto del grupo como viáticos. "Es un Mundial", la frase que desde el comienzo de la Copa ayuda a justificar absolutamente todo, nos permitió pedir una Serramalte, que si bien es una birra brasilera, tiene mucho más cuerpo que la mayoría de las que se comercializan acá.

En la TV, mientras tanto, la previa estaba a cargo del equipo de Globo, con Ronaldo de comentarista. El tema es que el Gordo no paraba de mirar fijo a cámara, incluso cuando sus compañeros le hablaban. Era como si alguien le hubiese dicho "quedate duro y mirá para allá". Y él cumplió al pie de la letra.

Caras de 4 a 0...y todavía faltaba.

¿Qué decir del partido? Cuando arrancó, pedimos la tercera cerveza. Antes de terminarla, Alemania ya iba 5 a 0 arriba. Nosotros mirábamos anodadados, sin poder creer, pero intentando estar bien despiertos para poder registrar esos momentos. Con la cámara, con los ojos y con la cabeza. Todo lo que estaba sucediendo en ese instante era historia. Los tipos preocupados, las minas llorando, la lluvia de insultos, los comentarios irónicos, los cohetes tirados en plena calle por un muchacho que se justificó diciendo "Ya que los compré, los uso". Todo lo que vimos en apenas media hora no hizo otra cosa que otorgarnos más elementos para que este partido sea inolvidable.

Quizás haya estado de más el segundo tiempo, como también la cuarta cerveza y la porción de papas a 23 reales. Nos dimos cuenta, casualmente, cuando llegó la ídem. Lo que no decía el ticket era que en el precio estaban incluídos un montón de rostros estupefactos que nunca olvidaremos, una semifinal para la posteridad, un 7 a 1 histórico, un Maracanazo más violento, una sensación rarísima de estar cómodamente sentados en el sillón del dueño de casa que quiere terminar la fiesta antes de lo previsto.

Una lluvia de goles. Una más en Ubatuba. Quizás la peor de todas.