Día 24 - Mostra tua força, Brasil

De entrada, sabíamos que nos metíamos en terreno hostil. Que estamos lejos de nuestras casas, que no nos quieren, que somos más visitantes que nunca. Ni hace falta aclararlo.

La primera jornada de cuartos de final la vivimos en un bar (el dueño era un brasileño que vestía camiseta de Colombia) ubicado en el barrio de Pantanal, en Florianópolis. Teníamos el dato de que ese era el lugar donde buena parte de los colombianos que viven o están de paso por la isla se juntan a mirar a los partidos de su selección y apenas llegamos, mientras jugaban Alemania y Francia, nos dimos cuenta de que era así. El duelo entre europeos era solamente la entrada del plato fuerte, para el que todavía faltaban cuatro largas horas.

Francesa mirona

Mientras los cafeteros empezaban a copar la zona meta vino y porquería cumbia y vallenato, los franceses se llevaban los tres puntos del duelo de hinchadas ante los frescos alemanes. El “Allez les Bleus” tronaba aún cuando los azules no lograban llegar con peligro al área teutona, o sea hasta el final cuando Benzema puso a prueba a Neuer.

 La famosa teutona

A 60 minutos del partido que habíamos ido a ver, Florianópolis parecía Medellín, Bogotá, Barranquilla o Cali, o quizás todas juntas. Los colombianos eran mayoría y se hacían notar. “Olé, olé, olé, olá, hoy mi Colombia va a ganar”, “Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez”, “James Rodríguez” (con el ritmo de Guantanamera), sonaban en loop en pleno Brasil. Hasta hubo tiempo para algunas que parecían risueñas como “Sí, sí, Colombia sí, sí, sí, Caribe sí” (después supimos que hay pica incluso entre ellos, como si los porteños se putearan con los cordobeses, o algo así). La respuesta, tímida, previsible, llegaba del otro lado con el tradicional y a esta altura ya odioso “Eu sou brasileiro, com muito orgulho, com muito amor”. 

 Hasta Cuadrado estaba (?)

El único momento de unión entre colombianos y brasileños fue para cantar contra… Argentina: “América Latina, menos Argentina”, entonaron al unísono ante la mirada desinteresada del puñado de argentinos que estábamos dando vueltas por ahí. ¿La patria grande? Bien, gracias.

El tanto tempranero de Thiago Silva y el golazo de David Luiz despertaron más canticos infantiles como “Árbitro comprado”, “Juego arreglado”, entre otros. La temperatura iba en aumento y la seguridad del bar, ¡bate de beisbol en mano!, tuvo que salir a poner un poco de orden cuando volaron un par de manotazos y parecía que pintaba el boxeo.

El descuento de James Rodríguez, de penal, apenas sirvió para ponerle un poco de suspenso al asunto. A Brasil no le sobra nada y las caras de felicidad se esfumaron con la salida de Neymar en camilla. A esa hora, nadie sospechaba que sería su último partido en el Mundial.

Postales de una tarde que dejó un sabor agridulce.