Día 20 - Despedida

Las despedidas son esos dolores dulces, escribió alguna vez el Indio Solari, mientras dejaba un maletín con un millón de dólares en el banco. No sabemos si fue exactamente así (capaz que fue más de un millón), pero bien valía la trillada cita ricotera para arrancar a describir lo que fue nuestro último día en Porto Alegre, el del adiós.

La jornada arrancó con una motivación importante: teníamos un partido de octavos de final a las 5 de la tarde, tal vez el último que veamos en esta Copa. Por eso nos levantamos temprano, corrimos las cortinas, miramos por la ventana del hotel y dijimos: ¡Maldición, va a ser un día hermoso! Error. Otra vez, un perfecto día de mierda. Lluvia y más lluvia, el paisaje clásico de las dos semanas que estuvimos en Porto Alegre también se hacía presente en el final.

Como si fuera poco, fuimos a la terraza a buscar la ropa que habíamos dejado secando. No sólo se mojó, sino que el viento tiró la soga (el cordel, según nuestro especialista, Natalio) y todas nuestras pertenencias recién lavadas amanecieron en el piso, recuperando su mugre habitual y añadiéndole la autóctona (?). Ropa sucia afuera. Linda manera de arrancar la mañana.

La noche desde el hotel

Luego de jugar a ser bacanes y dejar las prendas en un lavadero (20 reales la bolsita, maestro), nos pusimos al día con algunas notas en el sitio y antes de las 4 de la tarde salimos hacia el Beira-Río para ver Alemania – Argelia, lo que a priori era un partido accesible para los europeos.

Peeeeeeeero, el futuro llegó hace rato, todo un palo ya lo vés (esta la escribió el Indio mientras depositaba otro millón, acá no hay doble lectura). Los equipos africanos ya no son lo que eran antes, han evolucionado bastante y, cuando pierdan la inocencia, terminarán dominando el fútbol mundial. Es probable que esta boludez ya la hayan dicho con Camerún en el 90, pero ustedes hagan de cuenta que es la primera vez que lo leen y feliciten al autor en los comentarios. 

La figura

¿El partido? Un entretenido 0 a 0 en los 90 minutos reglamentarios, con Rais Mbolhi, el arquero argelino, como principal figura. Ni bien arrancó el alargue, los germanos pusieron el 1 a 0, pero la acción no se detuvo hasta el final, porque los ayunantes siguieron atacando, incluso estando dos tantos abajo, hasta descontar sobre el epílogo.

Fin del Mundial para el sorprendente equipo de Argelia y fin de una etapa clave en nuestro viaje. Hora de agarrar nuestros bártulos e irnos. Cabe todo lo tuyo en una maldita valija. En las nuestras, ni en pedo (?).

En Porto Alegre hicimos muchos amigos, conocimos infinidad de personajes (Cara da Sunga y el Traveco da Bici, en el top), nos enviciamos viendo camisetas de fútbol, comimos hasta morir, tomamos hasta dormir, jugamos a la pelota, recorrimos bares, cementerios y estadios, vimos 4 partidos del Mundial. La pasamos muy bien. Todo demasiado redondo.